Su vida gira en torno al amor que siente cuando entra a la granja y se dirige hacia su parcela de tierra en donde tiene sembrada una variedad de productos siendo la mora uno de los más destacados.
Víctor Manuel Álvarez siempre ha sido un hombre trabajador del campo, por cosas ajenas a él fue desplazado y quedó sin trabajo. Llevaba seis años dedicados a la “pereza”, -como se refiere él a sus años de desempleo- pues no encontraba nada más para hacer. Un día le dijeron que si estaba interesado en trabajar porque en la Granja Agroecológica de Versalles estaban necesitando gente para labrar la tierra. “Estoy pendejo por trabajar, donde me den un tajito de tierra yo me alivio. Mañana es tarde para darme el tajito de tierra. ¡E ave María!”, respondió Víctor.Dos días después asistió a una reunión a la que había sido convocado. Ese mismo día escogieron a 15 adultos mayores para un total de 45 trabajadores beneficiarios de la Granja Agroecológica de Versalles.
“Después de recibir el pedazo de tierra que debía cuidar y en el que debía cosechar empecé a tener salud nuevamente, me alivié. Ahí me ve más o menos el físico, tengo setenta años y todavía me llaman a echarme un tercio”, dice Víctor Manuel.
A Víctor lo hacen feliz muchas cosas y una de ellas es trabajar en la Granja, es su vida. Se levanta feliz porque sabe que va a hacer lo que tanto le gusta. “Tengo que estar enfermo para no estar en la granja. El día que me saquen de acá vuelvo y me enfermo”.
Víctor siempre ha tenido buenos resultados en sus cosechas, cuenta con el apoyo de su esposa para recoger las moras y demás cultivos sembrados. Es una persona muy amigable, no le gustan los problemas y trata siempre de cumplir con lo que le piden.
Expresa su agradecimiento hacia la Corporación Diocesana por haberle dado la oportunidad de trabajar en lo que a él tanto le gusta y de alguna manera hacerlo vivir de nuevo. Dedicar su vida al campo lo hace vivir lleno de alegría.